Hacemos
muchas cosas mecánicamente.
Seguimos
rutinas, costumbres, de forma diaria, sin cuestionarlas.
Son
gestos interiorizados que muchas veces nos facilitan la vida, porque nos
permiten dedicar la atención a aspectos más importantes de la vida.
Y
eso está bien.
Estaría
mejor si de vez en cuando revisáramos esas rutinas, incluso aquellas
interiorizadas, para ver si siguen siendo útiles. Y estaría todavía mejor
cuestionar las costumbres que nos han impuesto o que nos hemos impuesto.
Cuantas
veces decimos “es así como se hace”, o “siempre se ha hecho así”. Son
costumbres que no cuestionamos, y que a veces nos impiden encontrar nuevos
caminos.
Por
ejemplo, la costumbre de acabar la comida del plato, puede llevarnos a comer más
de lo necesario, porque “eso es lo que hay que hacer”.
La
de comer la fruta después de la comida, nos puede llevar a digestiones pesadas,
porque es lo que nos han enseñado.
La
de beber vino tinto con la carne y blanco con el pescado, puede que haga que
nos perdamos nuevos sabores.
Se
trata de probar cosas nuevas, de cuestionar lo que creemos. Y si lo que
teníamos nos gusta más que lo nuevo, entonces nos quedamos con la antigua
costumbre, pero porque queremos que sea así.
También
es aplicable a nuevas experiencias. Como explicaba en la entrada de la semana
pasada, es bueno salir de la zona de confort, de buscar algo de emoción. Cada
uno en su medida, porque todos somos diferentes.
Buscar
cosas que nos den algo de miedo, cuestionar por qué nos da miedo volar, o
viajar. Cuál es la causa de mantenernos en la rutina.
Otras
veces la costumbre es algo que interponemos entre los demás y nosotros en
aquellas tareas en las que nos sentimos cómodos. En el trabajo o en casa.
Son
repeticiones que nos mantienen seguros, en cuestiones aparentemente sencillas.
Tareas diarias cuya repetición nos
proporciona un estado de seguridad, un entorno cómodo y confortable.
Mantener
los muebles colocados de una forma, las fotos ordenadas, los calcetines por
parejas doblados. El entorno conocido nos protege.
Y
eso también es bueno.
Aunque
tal vez a veces podríamos cambiar, romper las rutinas establecidas y burlar la
protección de lo conocido, solamente para explorar. Veremos que el sol sigue
arriba, y que nuestros amigos nos aprecian igual, y que podemos seguir respirando sin el escudo del
“todo controlado”.
Así
que la próxima vez que te digas “siempre se hace así”, pregúntate si hay otro
modo de hacerlo, o de si pasa algo por dejar de hacerlo del mismo modo.
Cambia
pequeñas cosas para que otras mayores puedan cambiar.
Tira
los objetos que guardas por costumbre y que no sirven para nada, o ponlos a la
venta.
Mira
fotos antiguas y verás que has cambiado. Piensa en lo bien que estabas entonces
y en lo joven que te sentías. Cuando mires fotografías de ahora, dentro de unos
años, seguro que pensarás lo mismo que cuando ves las fotos de antaño. Así que
disfruta de este momento, y aprovecha tu fuerza de ahora. Rompe la rutina que
te impide avanzar.
Y
si alguien te dice que las cosas no se hacen así, que esa tarea hay que hacerla
según, cómo y cuándo está establecido… simplemente no le hagas caso, está
hablando de “su” rutina, y no de tu presente.
Entra
dentro de ti para encontrar la salida, la solución
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