Culpa y responsabilidad son palabras
que a veces se emplean como sinónimos, pero que son muy distintas en realidad.
La diferencia es que la culpa tiene un
componente de voluntariedad, de intencionalidad. Tienes la culpa cuando haces
algo mal a propósito.
Eres responsable de todo lo que haces.
Sea cual sea el resultado.
Si el resultado es positivo, entonces
eres responsable del éxito obtenido.
Si el resultado es negativo, eres
responsable de tus errores. Si se ha producido algún daño, deberías compensarlo
en la medida de lo posible.
En cualquier caso lo que es más
importante es aprender de los errores.
Otra cosa muy diferente es el
sentimiento de culpa.
Y este es un sentimiento bastante
inútil, especialmente cuando no se estaba buscando hacer daño.
Algunas personas tienden a culpar de
todo lo malo que les sucede al exterior, a otras personas, a la genética, al
tiempo, en definitiva a cualquiera que no sean ellos mismos.
Otras personas tienden a culparse de
todo lo que les pasa, y nunca reconocen los éxitos que hayan podido tener.
A este concepto se le llama en
Psicología “Locus de Control”, y podríamos definirlo como el lugar en el que
las personas ubican la responsabilidad de lo que les sucede, el lugar que
determina el control de su vida. El grado en que un sujeto percibe que el
origen de eventos, conductas y de su propio comportamiento es interno o externo
a él.
Se suele considera como un rasgo de la
personalidad, y como todos los rasgos es una cuestión de grados.
Existen dos extremos en la definición
de este rasgo, interno y externo:
Las personas con Locus de control
interno consideran que lo que les sucede es consecuencia sus propias acciones,
es decir la percepción que él mismo controla su vida. Y por lo tanto valora
positivamente su esfuerzo, su habilidad y su responsabilidad personal. (Ver
Wikipedia).
Estas personas suelen ser más
beligerantes en caso de confrontación, tratando de reconquistar el control. Se
sienten más satisfechos de sus éxitos, que consideran logros de su esfuerzo, y
suelen tener buena imagen de sí mismos.
Sin embargo quien ubica el control en
el exterior (Locus de control externo), creen que lo que les sucede es
resultado del azar, del destino, de la suerte o de lo que los demás hagan o
decidan. Por lo tanto lo que les pase no tendrá relación con su desempeño, y no
pueden controlarlo por si mismos, por grande que sea el esfuerzo que hagan. Así
que los méritos y problemas se los cargarán a los demás.
Por el lado positivo, se enfrentan
mejor a enfermedades o a problemas graves, porque en definitiva “no dependen de uno, sino de algo exterior”.
Frente a estos problemas, las personas
con locus de control interno buscarán la causa en su interior, en sus acciones,
lo que puede que no suceda, derivando en nervios y ansiedad.
Dice Wayne Dyer (Tus Zonas Sagradas)
que si crees que el exterior tiene la culpa de lo que te pasa, sea positivo o
negativo, lo que haces en definitiva es repartir culpas y abandonar tu control.
Y lo que es peor, es reconocer que no tienes dominio de la
situación. Con el tiempo derivará en creerte incapaz de controlar la
propia vida.
El extremo del control interno tampoco
está exento de problemas. Porque en definitiva el azar existe, y en la vida las
decisiones de los demás afectan a lo que nos sucede. Otra cosa es cómo seamos
capaces de afrontar las consecuencias de los actos de los demás.
A veces me he encontrado con personas
que echan la culpa de los problemas, errores, fracasos y en general de todo lo
que no haya salido como esperaban a quienquiera que se encuentre cerca, o al
tiempo, o al empedrado. Sin embargo cuando sale bien les oyes vanagloriarse de
sus éxitos.
Aparentemente es la mejor de las
personalidades. Es la personalidad de “yo soy el/la mejor”. Una persona así no
tiene aparentemente problemas de autoestima.
Lo que pasa es que si
tienes a alguien así a tu alrededor, “cansa” un poco, y esa persona puede verse
de pronto aislada, y cuando cometa un error (como todos cometemos), puede verse
señalada, siendo objeto de burlas. El resultado de situaciones así, es que la
autoestima se tambalea. Además creo que ni son tan “internos” en sus éxitos, ni
tan “externos” en sus fracasos.
Quizá lo mejor es asumir
la responsabilidad en lo que se hace, asumir los errores y alegrarse de los
éxitos conseguidos mediante trabajo. Dar el valor que tiene a la suerte, buena
o mala.
Y volviendo al principio
de la entrada, dando a los actos su valor, alejando el sentimiento de culpa,
que en ocasiones invalida a la persona y le impide avanzar.
Cuantas veces perdemos
tiempo recordando una situación desagradable, algo que salió mal, un accidente…
y pensamos “si yo hubiera hecho…” “si no
hubiera…” No sirve de nada ese tipo de pensamientos, y tenemos derecho a no
sentirnos culpables de aquellos actos en
los que no quisimos hacer daño pero algo salió mal (otra cosa es asumir las
consecuencias de los errores, aunque hayan sido por descuido, responsabilidad).
En primer lugar es
importante darse cuenta de cuando se cae en esa cadena de pensamientos, y
detenerla, con cualquier pensamiento distinto, o mirando detenidamente a algo
de nuestro alrededor, o prestando oídos a algún ruido.
En segundo lugar podemos
usar una técnica sencilla, que consiste en ver esa situación desde fuera, como
espectadores, tratando de ver los errores, pero también los aciertos, lo
que hicimos bien, lo que ese personaje que ya no somos nosotros hizo o pensó
hacer bien. Se trata de poner una cierta distancia emocional con la situación,
para evitar que nos siga afectando.
La mente sabe curarse, y
cuando se le da espacio y tiempo, lo hace mejor y más rápido.
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