Estos días Nicolás (mi hijo, que tiene años) está aprendiendo las tablas de
multiplicar. Para ayudarle estoy empleando técnicas de sugestión induciendo una
relajación profunda. Después le llevo hasta el interior de su mente, (donde
además hay una caja fuerte en la que guarda sus miedos) y le repito las tablas
de multiplicar.
Todos las aprendimos repitiéndolas una y otra vez hasta
conseguir su sobreaprendizaje, como muchas otras cosas que fuimos capaces de
aprender de niños.
Sin embargo muchas veces he oído decir: “No tengo memoria”
Y lo cierto es que yo también la he dicho.
Pero es mentira. Porque sí que tenemos memoria, el asunto
es en qué la aplicamos.
En qué utiliza cada persona su memoria.
Todos somos capaces de recordar las tablas de multiplicar
que aprendimos de pequeños.
Sin embargo cuando nos repetimos una etiqueta, una y otra
vez, como por ejemplo esa de “no tengo memoria”, o “estoy perdiendo la
memoria”, lo que estamos es lanzando un mensaje a la mente, un mensaje que se
irá incrustando cada vez más profundamente.
Una manera de detener el proceso es darse cuenta de que
sí tenemos memoria, y observar qué somos capaces de recordar a diario, cosas
sencillas, como el camino a casa, los libros o la música que nos gusta; o
complicadas relacionadas con el trabajo o con aficiones.
La sensación de no recordar cosas es común. A muchos nos
cuesta recordar números de teléfono que empleamos a menudo, porque ahora
solamente tenemos que buscar el nombre en el móvil. Las agendas electrónicas de
los teléfonos inteligentes hacen que no necesitemos recordar las citas.
Yo empleo una agenda de papel y la del móvil, aun así hay
veces que olvido cosas que tendría que hacer. Obviamente no eran importantes…
para mí.
Y es que cuando algo es importante, se recuerda.
Y a veces alguna cita que se teme o que causa disgusto,
se “olvida” aunque sea importante.
El cerebro hace estas cosas. A veces esconde citas a las
que no se quiere ir, o que no son importantes para uno. A veces nos trae un
recuerdo sin venir a cuento, o un olor, o un sonido.
Los medios modernos funcionan como una memoria extendida,
y yo creo que no hay que desestimar su utilidad. Lo interesante es emplear la
memoria y las capacidades para aquello que nos interese, ya sea el trabajo, el
ocio, el perfume de la persona querida, la letra de una canción.
Trabajad con recuerdos importantes, y dejad al cerebro
que olvide lo que no lo es.
No creo que sea bueno recordarlo absolutamente todo, y no
por un simple problema de capacidad de los circuitos neuronales. Porque en
realidad la mayor parte de la información habrá quedado almacenada ahí aunque
no seamos capaces de acceder a ella. Lo que sucede es que el cerebro desestima
lo que no le parece relevante.
Si constantemente le repites que no tienes memoria, te hará
caso. Si le repites que eres capaz de recodar lo que te interesa, también te
hará caso.
Vi hace algún tiempo una serie de televisión de tres
capítulos que se llama “Black Mirror”. En uno de los capítulos las personas
tenían un dispositivo en la cabeza que lo grababa todo, de modo que se podía
acceder a todos los recuerdos visuales y auditivos como con una cámara de
vídeo, siendo así capaces de ver escenas que sucedieron alrededor (en el campo
visual) pero de las que los personajes no eran conscientes hasta su revisión.
Además de la pérdida de intimidad que suponía porque
otros podían acceder a tus recuerdos, el exceso de información provocaba un
serio disgusto al protagonista.
Tenemos memoria, muy buena memoria. Y la podemos emplear
para aquello que más nos interese. Pero además tenemos la suerte de poder
olvidar.
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