Leí
hace algún tiempo un artículo de Ferrán Ramón-Cortés (El País 27 de septiembre
de 2009, lo puedes encontrar aquí) que trataba sobre las críticas, o mejor dicho, sobre
la forma en la que recibimos las críticas.
Aceptar
que otros tengan derecho a criticar tu trabajo no es fácil. Asumir la crítica y
actuar en consecuencia es difícil.
Decía
en ese artículo Ferrán Ramón que la mayoría de las personas se sentirán heridas
con las críticas, un 70 %, otro 20 % las rechazará, y un 10 % será capaz de
alterar su conducta si es necesario, tras analizar la crítica.
Diferenciaba
también entre las críticas que implican juicio, que casi siempre sentarán mal,
y las que se dirigen a hacer saber al otro el efecto que sobre mí tiene un
comportamiento suyo, que pueden ser aceptadas según como sean formuladas. Y
también que la reacción ante las críticas dependerá de la seguridad que
tengamos en nosotros mismos.
En
otra entrada (asertividad) abordé como comunicar con los demás en este sentido. David Goleman también
trata este aspecto de las relaciones en su libro La inteligencia Emocional,
creo que alguna vez he hablado sobre este libro ;).
En
el trabajo es importante saber escuchar las críticas sin reaccionar
inmediatamente. Muchos contestamos con excusas incluso antes de que el otro
haya acabado. Cuando ese otro es el jefe podemos tener problemas.
Por
eso antes de contestar, esperar.
También
es interesante meditar sobre lo que nos han dicho, con calma y una dosis de
alejamiento. Se trata de ver qué hay de razonable en la crítica, no de aceptar
inmediatamente que el otro tiene razón, ni de rechazarla buscando
concienzudamente “razones que demuestren” que es el otro equivocado.
Se
trata de encontrar la parte constructiva de la crítica (aunque Ferrán Ramón
insiste en que no existe la crítica constructiva como tal, porque son términos
antagónicos).
Tampoco
son iguales todas las críticas, porque las que provienen de personas de las que
nos sentimos muy alejados serán muy
difícilmente aceptadas o procesadas, aunque surtirán un efecto bastante potente
(efecto cabreo).
Y
si la crítica se hace en público, entonces las posibilidades de rechazarla de
plano son muy altas. Sería como dar el brazo a torcer.
Cuando
recibimos críticas vehementes reaccionamos con vehemencia, frontalmente (o huyendo si el otro es más
fuerte). En estas discusiones, es fácil llegar a lo que Dolf Zillman llama “secuestro
emocional”, una situación en la que las emociones toman el mando y se produce
una explosión de enfado, en ese momento las personas pierden el control;
especialmente si durante un tiempo hemos estado sufriendo rechazos reales o
imaginados.
Repito
a menudo que, en lo personal, es necesario cambiar de actitud para mejorar,
especialmente cuando nos hemos centrado en ideas o pensamientos negativos y
autodestructores.
Aceptar
las críticas es complicado, incluso cuando parece que estamos predispuestos a
escuchar.
Y luego está la otra cara de la moneda.
Cuando
somos nosotros los que criticamos.
Pensamos
que lo hacemos bien, con calma, y razonadamente. ¿Seguro? La verdad es que al criticar es también fácil elevar el tono.
Es fácil que teniendo las ideas claras soltemos la crítica como una bomba.
A la hora de verbalizar una crítica, es decir, una frase que contenga un deseo de cambio del otro, debemos intentar que no sea una expresión de lo equivocado que está o lo mal que lo hace.
Se
trata de hacer llegar un mensaje, de influir en la otra persona para que haga o
no haga algo. Para explicar medios mejores de llegar a un resultado. Conviene recordar
la entrada sobre comunicación asertiva (aquí).
Y siempre
recordar que las críticas deben ser positivas, enunciadas de forma positiva,
buscando ayudar a los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario