“Ella nunca iba
andando al trabajo. No estaba lejos, pero no la gustaba caminar por la mañana,
así que esperaba al autobús, y siempre se sentaba en el mismo asiento.
Esa mañana olvidó el
monedero y decidió caminar en lugar de volver a casa a por él.
Esa mañana el
autobús tuvo un accidente con un camión que transportaba barras de acero para
una obra. Una barra se incrustó a través de los cristales justo en el asiento
que ella solía ocupar. Ella nunca lo supo.”
El azar existe, y es parte de nuestra vida, a veces para
bien, y a veces para mal. En la vida tomamos decisiones que nos llevan a
situaciones complicadas, y otras veces nos salvan de ellas, simplemente porque
existen zonas de nuestro entorno que no controlamos.
Nosotros podemos controlar nuestra vida, podemos tomar
decisiones, podemos actuar de acuerdo con esas decisiones, podemos planificar y
perseguir nuestros sueños.
Y el azar seguirá ahí.
Influye en la vida desde su mismo comienzo, porque no es lo
mismo nacer en un país del primer mundo que en una remota aldea del tercero, no
es lo mismo nacer hombre que mujer, no es lo mismo nacer rico que pobre.
Además en nuestra vida influye el hecho de ser animales
sociales, influyen las actuaciones de los demás. Lo que otros hagan o digan
tendrá influencia en los futuros actos de cada persona, especialmente lo que se
diga a los niños.
Pero todo eso se puede modular por cada persona.
La semana pasada hablaba del error del cuerpo del nadador,
que lleva a pensar que los nadadores profesionales tienen ese cuerpo debido a
las horas de entrenamiento, cuando lo que hacen esas horas de entrenamiento es
modelar ese cuerpo, que ya era de por sí especial.
Es el error que se comete al pensar que algunas escuelas
son especialmente buenas porque de ellas salen
alumnos muy bien preparados, cuando lo que hacen es modular a alumnos escogidos por su capacidad.
Las personas podemos decidir lo que hacemos en nuestra
vida. Para eso tenemos capacidad y libertad suficiente, en general, para
modular el futuro, siempre teniendo en cuenta que en el mundo están las demás
personas además de la propia Naturaleza.
Aunque no podemos cambiar es el pasado, sí podemos
aprovechar sus enseñanzas y podemos revisar las emociones que nos producen los
recuerdos.
En los años anteriores a esta crisis, prosperó un modelo
de comportamiento, o de pensamiento, basado en la psicología positiva, pero
llevado hacia el límite. Se asentaba sobre la idea de que cualquier persona era
capaz de conseguir cualquier cosa en cualquier situación. Y si no alcanzaba ese
objetivo, era porque no lo quería con suficiente fuerza, y entonces su fracaso
era por su culpa.
Para mí esta es una perversión de una idea positiva, una
perversión en definitiva de la Psicología Positiva.
Decía uno de los libros dedicados a esta idea que no era
casualidad que un porcentaje muy bajo de la población poseyera la mayor parte
de la riqueza del mundo. La escritora atribuía esa diferencia a que esas
personas “lo deseaban más”, con más consistencia.
No creo que sea una cuestión única de causalidad, sino de también
de casualidad, de fortuna de nacimiento.
Es el error del cuerpo del nadador, que hace suponer que
quién es más rico siempre lo es porque ha luchado por ello. En el
sentido contrario tampoco es cierto que todas las personas ricas lo sean por
razón de nacimiento.
Sin duda el esfuerzo cuenta, la decisión cuenta, el deseo
cuenta. Detrás de las personas exitosas suele haber mucha trabajo, con
independencia de la situación de partida.
Debemos creer en nosotros mismos, confiar en nuestras
capacidades, abandonar la zona de confort para perseguir nuestra visión, e
incluso cambiar de visión si encontramos una mejor. Podemos confiar incluso
cuando las cosas aparentan estar muy mal, y podemos redirigir nuestra vida en
cualquier momento, levantándonos del suelo para comernos el mundo.
Sin dejar de tener los pies en el suelo, y recordando que
el azar también cuenta, pero que ese azar puede jugar a nuestro favor si así o
decidimos, tomando lo que venga a nuestro favor, como hacen los veleros para
avanzar, venga el viento de la dirección que venga. Considerarnos afortunados
de estar en la situación en la que estamos, y de haber partido de una buena
casilla de salida, no menospreciando a quién no tuvo esa suerte.
Cuando actuamos con decisión, caminando hacia esa visión,
ocupándonos de nuestra vida, todo parece ir bien y parece que el mundo se pone
a nuestro favor, quizá porque tenemos todos los sentidos abiertos, y la mente está
preparada para tomar la oportunidad cuando venga, o a crearla si tarda en
llegar.
Incluso somos capaces de encontrar puntos positivos en las
derrotas, en las decepciones o en las caídas.
Un golpe puede suponer un cambio en tu sueño, una nueva
dirección para tu visión. Porque lo que ha sucedido no se pude cambiar. Esa
derrota producirá un sentimiento, una emoción como enfado, miedo, tristeza,
ira… Son emociones humanas, esperables y deseables. La emoción surge de dentro
como parte de nuestra humanidad. Es tu decisión cuanto tiempo quieres quedarte
en esa emoción, si quieres avanzar, o quieres quedarte dándole vueltas como un
león en una jaula.
Esta es la base de este blog, de mi trabajo como
psicólogo, y de mi forma de entender la vida. Siempre se puede obtener algo
bueno de un tropiezo, o de una situación complicada, porque incluso en una
botella casi vacía aún queda algo de agua para un trago, y si se vació del
todo, seguro que podemos buscar una fuente.
Crecer y avanzar, tropezar y seguir andando, y asumir que
a veces el camino se hunde sin previo aviso, pero el camino no va a decidir mi
ánimo, lo decido yo.
Siempre hay un margen para la mejora, para encontrar un
sueño o perseguir una visión, para luchar por alcanzarla.
Siempre, si quieres.
¿Quieres?
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