miércoles, 30 de octubre de 2013

Preadolescentes Infantiles


 
Cada persona recuerda su infancia de modo distinto. Recordamos aquellos tiempos como alegres o tristes, felices, despreocupados, rodeados de juego y de deberes del colegio. De exámenes, aprobados, suspensos, castigos y premios.
 
 

Casi todos coincidimos en que “ahora no es como antes”.

“Los dibujos animados de ahora son mucho peores, y no enseñan valores”, como si los dibujos del coyote persiguiendo al correcaminos fueran un ejemplo a seguir. Simplemente eran otra cosa.

Igual que la televisión en general, los libros, o los videojuegos actuales.

La tecnología cambia al mundo y con el mundo continuamente, y al igual que las personas de 40 o 50 años aprendimos a utilizar ordenadores muy pronto, y los móviles más tarde, los niños de ahora tienen que aprender a desenvolverse con tecnologías que constituirán parte de su vida, cambiando cada vez más rápido.

Los niños manejan las pantallas táctiles de forma intuitiva, manejan los ordenadores con soltura, y son capaces de descubrir por si mismos las instrucciones de los videojuegos en cada una de las consolas que utilizan.

En este entorno, los niños desarrollan capacidades que serán necesarias para su futuro. Pero ese entorno de juego también supone posibles cambios en su comportamiento que deben ser controlados.

Para empezar el tipo de videojuegos a los que juegan, igual que el tipo de ficción que emiten las series infantiles, mediatizan su creatividad (igual que antes lo hacían los libros que leíamos o las series que veíamos). Muchas veces veo a niños pequeños corriendo por la calle con los dos brazos hacia atrás, igual que corren los protagonistas de algunas series de televisión japonesas.

Los juguetes también son propios de esta era, aunque afortunadamente algunos perduran actualizados, como las peonzas, otra vez de moda, y pronto volverán, otra vez, los yo-yos, o los juegos de construcción.

Igual que pasó a las anteriores generaciones, el entorno cultural mediatiza ahora la creatividad de los niños y sus juegos. Sus intereses irán cambiando conforme crezcan. Algunos mantendrán su interés por los videojuegos, igual que en mi generación lo hicieron por los cómics. Algunos se interesarán por los deportes, por salir de fiesta, por estudiar…

Un artículo muy interesante sobre este tema podéis encontrarlo aquí:


 
Algunos se convertirán en adolescentes-infantiles, niños de los que sus maestros dirán a los padres que “no han madurado”, que son exactamente eso, muy infantiles.

En realidad cada persona alcanza distintos niveles de madurez durante su vida, y a ritmos distintos. No pocos adultos siguen siendo inmaduros, o infantiles en sus reacciones.

El foco de mi atención hoy (y en mi trabajo como psicólogo muchas veces), está en aquellos preadolescentes que, de repente, bajan de calificaciones, se mantienen en pensamientos infantiles, en ensoñaciones… He observado que muchos de estos niños, que suelen ser muy inteligentes, emplean un buen número de horas en jugar con videojuegos, en ver la televisión, en leer libros de fantasía; y pocas horas en jugar con otros niños, o en realizar actividades físicas.

La deriva mental de estos niños comienza en una idealización de lo que se puede conseguir, de lo alcanzable en la vida, unida a un empleo excesivo de tiempo en soñar (no en mantener una visión), fantaseando en soluciones mágicas o mundos felices, en los que el esfuerzo no es necesario.

La clave no son los videojuegos, sino el mundo creado por ellos.

Son niños a los que después de suspender se les castiga en su habitación sin “maquinitas”, a estudiar; y que pasan muchas horas allí sentados, delante de los libros, para volver a suspender para desconcierto y enfado de sus padres.

Si se los observa se puede ver cómo su atención vuela de la clase, del profesor particular, del libro, o de lo que sea que no le interese, hacia su mundo. Un mundo en el que la solución a sus problemas llegará repentinamente, o a un mundo diferente al que tienen delante.

La fantasía ocupa su tiempo, y el mundo real no. Su creatividad, su imaginación, es empleada en actividades no tangibles.

Y lo que los padres quieren es que el niño apruebe, porque la organización de este mundo que les toca vivir exige que todo el mundo tenga su título.

¿Cómo solucionarlo?

En primer lugar es necesario entender que este proceso no atañe solamente a los niños, sino también a los padres, que tendrán que modificar su forma de relación con los niños.

En segundo lugar es muy importante buscar CON el niño qué es lo que le gusta hacer, dónde le gustaría estar, en que actividad le gustaría destacar. En definitiva una motivación interior.

Ese interés propio, que realmente le puede arrastrar a la acción, es el elemento con el que podremos enlazar sus “obligaciones” académicas para modelar su actividad. El proceso tiene que ser interiorizado por el niño, no tanto como un castigo/recompensa si aprueba, sino que debe transformar el estudio en una herramienta o un medio para conseguir sus verdaderos fines.

Encontrar algo que le motive es esencial, porque servirá para sacarle de su inacción, para mostrarle que puede conseguir sus metas si se mueve hacia ellas, y que los obstáculos que tenga en el camino (por ejemplo aprobar las asignaturas) son tan solo retos que harán más reconfortante la obtención de la meta.

También es importante saber que el objetivo puede cambiar, desde un viaje hacia la nueva consola PS5, o aprender a montar a caballo. Lo importante es aprender con el niño, acompañarle, y orientarle su sueño hacia algo alcanzable, enseñándole que puede alcanzarlo por sí mismo, sin esperar a la solución mágica.

¿Empezamos?

 

 

 

 

miércoles, 23 de octubre de 2013

El azar, el deseo, el control y la voluntad de crecer


“Ella nunca iba andando al trabajo. No estaba lejos, pero no la gustaba caminar por la mañana, así que esperaba al autobús, y siempre se sentaba en el mismo asiento.
Esa mañana olvidó el monedero y decidió caminar en lugar de volver a casa a por él.
Esa mañana el autobús tuvo un accidente con un camión que transportaba barras de acero para una obra. Una barra se incrustó a través de los cristales justo en el asiento que ella solía ocupar. Ella nunca lo supo.”
El azar existe, y es parte de nuestra vida, a veces para bien, y a veces para mal. En la vida tomamos decisiones que nos llevan a situaciones complicadas, y otras veces nos salvan de ellas, simplemente porque existen zonas de nuestro entorno que no controlamos.
Nosotros podemos controlar nuestra vida, podemos tomar decisiones, podemos actuar de acuerdo con esas decisiones, podemos planificar y perseguir nuestros sueños.
Y el azar seguirá ahí.
Influye en la vida desde su mismo comienzo, porque no es lo mismo nacer en un país del primer mundo que en una remota aldea del tercero, no es lo mismo nacer hombre que mujer, no es lo mismo nacer rico que pobre.
Además en nuestra vida influye el hecho de ser animales sociales, influyen las actuaciones de los demás. Lo que otros hagan o digan tendrá influencia en los futuros actos de cada persona, especialmente lo que se diga a los niños.
Pero todo eso se puede modular por cada persona.
La semana pasada hablaba del error del cuerpo del nadador, que lleva a pensar que los nadadores profesionales tienen ese cuerpo debido a las horas de entrenamiento, cuando lo que hacen esas horas de entrenamiento es modelar ese cuerpo, que ya era de por sí especial.
Es el error que se comete al pensar que algunas escuelas son especialmente buenas porque de ellas salen  alumnos muy bien preparados, cuando lo que hacen es modular a alumnos escogidos por su capacidad.
Las personas podemos decidir lo que hacemos en nuestra vida. Para eso tenemos capacidad y libertad suficiente, en general, para modular el futuro, siempre teniendo en cuenta que en el mundo están las demás personas además de la propia Naturaleza.
Aunque no podemos cambiar es el pasado, sí podemos aprovechar sus enseñanzas y podemos revisar las emociones que nos producen los recuerdos.
En los años anteriores a esta crisis, prosperó un modelo de comportamiento, o de pensamiento, basado en la psicología positiva, pero llevado hacia el límite. Se asentaba sobre la idea de que cualquier persona era capaz de conseguir cualquier cosa en cualquier situación. Y si no alcanzaba ese objetivo, era porque no lo quería con suficiente fuerza, y entonces su fracaso era por su culpa.
Para mí esta es una perversión de una idea positiva, una perversión en definitiva de la Psicología Positiva.
Decía uno de los libros dedicados a esta idea que no era casualidad que un porcentaje muy bajo de la población poseyera la mayor parte de la riqueza del mundo. La escritora atribuía esa diferencia a que esas personas “lo deseaban más”, con más consistencia.
No creo que sea una cuestión única de causalidad, sino de también de casualidad, de fortuna de nacimiento.
Es el error del cuerpo del nadador, que hace suponer que quién es más rico siempre lo es porque ha luchado por ello. En el sentido contrario tampoco es cierto que todas las personas ricas lo sean por razón de nacimiento.
Sin duda el esfuerzo cuenta, la decisión cuenta, el deseo cuenta. Detrás de las personas exitosas suele haber mucha trabajo, con independencia de la situación de partida.
Debemos creer en nosotros mismos, confiar en nuestras capacidades, abandonar la zona de confort para perseguir nuestra visión, e incluso cambiar de visión si encontramos una mejor. Podemos confiar incluso cuando las cosas aparentan estar muy mal, y podemos redirigir nuestra vida en cualquier momento, levantándonos del suelo para comernos el mundo.
Sin dejar de tener los pies en el suelo, y recordando que el azar también cuenta, pero que ese azar puede jugar a nuestro favor si así o decidimos, tomando lo que venga a nuestro favor, como hacen los veleros para avanzar, venga el viento de la dirección que venga. Considerarnos afortunados de estar en la situación en la que estamos, y de haber partido de una buena casilla de salida, no menospreciando a quién no tuvo esa suerte.
Cuando actuamos con decisión, caminando hacia esa visión, ocupándonos de nuestra vida, todo parece ir bien y parece que el mundo se pone a nuestro favor, quizá porque tenemos todos los sentidos abiertos, y la mente está preparada para tomar la oportunidad cuando venga, o a crearla si tarda en llegar.
Incluso somos capaces de encontrar puntos positivos en las derrotas, en las decepciones o en las caídas.
Un golpe puede suponer un cambio en tu sueño, una nueva dirección para tu visión. Porque lo que ha sucedido no se pude cambiar. Esa derrota producirá un sentimiento, una emoción como enfado, miedo, tristeza, ira… Son emociones humanas, esperables y deseables. La emoción surge de dentro como parte de nuestra humanidad. Es tu decisión cuanto tiempo quieres quedarte en esa emoción, si quieres avanzar, o quieres quedarte dándole vueltas como un león en una jaula.
Esta es la base de este blog, de mi trabajo como psicólogo, y de mi forma de entender la vida. Siempre se puede obtener algo bueno de un tropiezo, o de una situación complicada, porque incluso en una botella casi vacía aún queda algo de agua para un trago, y si se vació del todo, seguro que podemos buscar una fuente.
Crecer y avanzar, tropezar y seguir andando, y asumir que a veces el camino se hunde sin previo aviso, pero el camino no va a decidir mi ánimo, lo decido yo.
Siempre hay un margen para la mejora, para encontrar un sueño o perseguir una visión, para luchar por alcanzarla.
Siempre, si quieres.
¿Quieres?
 
 
 
 

miércoles, 16 de octubre de 2013

Errores de la mente


Hace poco, a través de una publicación en Facebook de una amiga, he descubierto un interesante artículo en una página llamada “The Fast Company” (www.fastcompany.com) (Muchas gracias Danielle).

Trata sobre ocho errores subconscientes de la mente. Errores como la tendencia a rodearnos de personas e informaciones que coinciden con nuestras creencias, de modo que muy poco de lo que percibimos contradice lo que creemos. Se correspondería con ese dicho español de “solo oyes lo que quieres”. Se llama sesgo de confirmación.

Cuenta en ese artículo que una ilusión relacionada con este error es la “ilusión de frecuencia” que hace que cuando nos sucede algo seamos más proclives a ver a personas alrededor a las que les ha sucedido algo similar. Es típico en las mujeres embarazadas (y sus maridos, doy fe), que de repente comienzan a ver a muchas más mujeres embarazadas de las que parece racional encontrar.

Otros errores que se comentan en el artículo son el de preocuparse por cosas que ya hemos perdido o gastos que ya hemos hecho.

El de considerar erróneamente las probabilidades de que suceda algo (es particularmente intenso en los ludópatas).

La racionalización de adquisiciones o compras que no queríamos hacer (en lugar de devolverlo, que s3ría lo más lógico)

El de creer más en los recuerdos que en los hechos, esto es, el confiar en aquellas cosas que recordamos con más viveza frente, al hecho de que no sea cierto. Este error se produce porque la mente y la vista nos engañan, por ejemplo, en la última línea del párrafo anterior es posible que hayas leído la palabra “sería”, cuando en realidad pone “s3ría”. Probablemente no has reparado en el número (o sí).

Otro error es pensar que no hacemos caso a los estereotipos, pero continuamente damos por ciertas características de personas basadas en meros estereotipos. Una forma excelente de contarlo la encontraréis en la siguiente charla de la novelista Chimamanda Adichie en TED



Otro error en el que caemos frecuentemente es el de interpretar situaciones o hechos basados en una ilusión, ya sea óptica o mental. Eso nos lleva a tomar decisiones, creyendo que somos nosotros los que llevamos el mando, cuando en realidad la decisión está guiada por algún aspecto exterior. Está mucho mejor explicado en el siguiente vídeo:

http://www.ted.com/talks/dan_ariely_asks_are_we_in_control_of_our_own_decisions.HTML
El último error de la lista del artículo (aunque numerado como 2) es lo que llama el autor la ilusión del cuerpo del nadador.

Este es un error complejo, que describe como la creencia en que los nadadores profesionales tienen un cuerpo perfecto debido a que entrenan mucho, mientras que realmente los nadadores que llegan a ese nivel lo hacen precisamente porque tienen ese cuerpo.

Es una cuestión compleja, relacionada con la psicología positiva, con la creencia en que el ser humano puede superar los problemas y de qué manera, y con la forma en que esas creencias de capacidad de crecimiento y de consecución de equilibrio interno han sido pervertidas para hacer creer que todo el mundo puede lograrlo todo siempre y en cualquier momento, y que si no consigue sus más absolutos sueños es porque no pone todo el interés en conseguirlo (y entonces es un fracasado).

Son dos ideas contrapuestas, por un lado la creencia de que todo se puede conseguir con esfuerzo y con suficiente “deseo”. Por otro la realidad del mundo, en el que no todos consiguen alcanzar sus sueños. Nada es absoluto, depende de dónde hayas nacido, de cómo hayas crecido y que hayas aprendido. También depende de si quieres cambiar, y de si eres capaz de crecer y variar tu camino, de si quieres ser capaz de hacerlo.

El equilibrio entre las dos ideas es la base de mi forma de entender la vida y mi trabajo como psicólogo. Y será objeto de la próxima entrada, la semana que viene.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Equilibrio


Llevo unas semanas yendo a un gimnasio. Estoy recuperando el tono de la musculatura, especialmente en las piernas.

Lo que he descubierto, gracias a Marta, la entrenadora que me está ayudando, es que he perdido en buena parte el equilibrio físico. Concretamente me cuesta mantenerme en equilibrio sobre una pierna o sobre superficies inestables. La musculatura no está acostumbrada.

Porque el equilibrio es algo más que ser capaz de mantenerse de pie. Es ser capaz de mantenerse de pie aun en superficies o en posiciones inestables.

Hace algún tiempo ley sobre un ejercicio relacionado con esto (se llama Jin Ji Du Li), que consistía en mantenerse sobre un solo pie, por un tiempo muy corto, y con los ojos cerrados. Parece fácil, pero por el momento no he alcanzado los diez segundos mínimos que se exigen, aunque no creo que mi cuerpo haya envejecido lo que se advierte en el ejercicio. El tiempo de permanencia en este equilibrio debe ser, según la medicina china, de un minuto.

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, equilibrio tiene varias acepciones:

1. m. Estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente.

2. m. Situación de un cuerpo que, a pesar de tener poca base de sustentación, se mantiene sin caerse.

3. m. Peso que es igual a otro y lo contrarresta.

4. m. Contrapeso, contrarresto, armonía entre cosas diversas.

5. m. Ecuanimidad, mesura, sensatez en los actos y juicios.

6. m. pl. Actos de contemporización, prudencia o astucia, encaminados a sostener una situación, actitud, opinión, etc., insegura o dificultosa.

Cuando hablamos de equilibrio físico, nos referimos a las primeras acepciones, y en el caso del cuerpo, más bien a la capacidad de mantenerse de pie, de no caerse, en cualquier situación.

También se puede decir que el entorno está equilibrado, cuando existe armonía. Y esto se aplica a las pinturas, a la música, a la arquitectura, al arte en general, al entorno físico directo de cada uno…

El equilibrio significa redondez, tranquilidad, una situación en la que nada interrumpe o inquieta. En la que el movimiento es fluido.

Pero si vamos hacia lo que es el objetivo de este blog, el bienestar vital y el crecimiento como personas, el equilibrio en sí mismo deja de ser el punto absoluto de referencia. Me explico

Según la quinta acepción del diccionario, equilibrio es ecuanimidad, mesura y sensatez. Una persona equilibrada sería una persona que actúa con tranquilidad, pensando antes de actuar. Una persona cuyos actos y expresiones son predecibles y en general plausibles.

Una persona desequilibrada sin embargo no es la que no actúa con sensatez de forma continua, sino más bien aquella de la que no se sabe cual va a ser su respuesta, no sabemos hacia dónde va a “caer”.

Parece que encontrar el equilibrio es el ideal.

Y efectivamente estar en equilibrio con uno mismo es importante. Sentir que pensamientos y acciones están equilibrados. Sentir que existe equilibrio entre lo que queremos y lo que hacemos para lograr nuestros sueños, deseos o metas.

Ese equilibrio no es una situación de inmovilidad. Sino que se parece más al equilibrio del cuerpo, que siempre busca por sí mismo reencontrar el punto de estabilidad, a pesar de las condiciones cambiantes.

Cuando adaptamos la conducta al entorno, manteniendo nuestra mirada en aquello que deseamos, estamos en equilibrio. Modulando los actos para continuar hacia nuestros sueños. Y esto aunque los sueños cambien, puesto que en el curso de la vida a veces los acontecimientos externos o internos hacen que de repente el objetivo sea otro.

Sin embargo, en purismo, también podríamos decir que es equilibrada la vida de alguien que ya no avanza, que se ha conformado (aunque no aceptado) con lo que tiene. Que sufre por su situación, pero no hace nada por cambiarla porque el esfuerzo de moverse es mayor que el “dolor” que siente.

Esta persona estaría en equilibrio, dentro de su zona de confort. Dentro de su queja sin movimiento.

Este equilibrio no es el que buscamos, no es el que yo creo que sea deseable. Cualquier coach te dirá que es necesario “empujar” a quien se encuentre en esta situación fuera de su caja de confort, fuera de su equilibrio. Porque de lo contrario se mantendrá en esa situación de lamento inmóvil, sin hacer nada por solucionarlo, esperando que alguien venga a solucionar su problema. Y para los problemas de cada uno, quien tiene la mejor solución es uno mismo.

Por eso he dicho antes que el equilibrio no es el punto absoluto de referencia en lo que concierne al bienestar mental. Porque una persona puede mantenerse en equilibrio, es decir, sin moverse y si que nada la pueda mover, dentro de un estado de sufrimiento y de queja.

Queda también por hablar del equilibrio cerebral, el equilibrio hemisférico. Equilibrio entre los procesos lógicos regidos principalmente por  el hemisferio izquierdo, y la capacidad de expresar sentimientos, la empatía o la intuición, que se sitúan en el hemisferio cerebral derecho. Ambos hemisferios están conectados por el cuerpo calloso.

En ocasiones los dos hemisferios comienzan a trabajar sin suficiente sincronía. Existen distintos sistemas para ayudar a recuperar el equilibrio, entre ellos movimientos oculares y sonidos, que son los sistemas que yo utilizo en el trabajo.

Ahora queda por preguntar:

¿Cuál es tu equilibrio?

¿El de quién no quiere moverse para no caer?

O

¿El de quién quiere avanzar y crecer y continuamente abandona el punto de equilibrio cómodo para alcanzar sus sueños?

miércoles, 2 de octubre de 2013

Quejas

 
- ¿Cómo te va?

- Aquí, aguantando ¿Y tú qué tal?

- Yo sobreviviendo…

- Bueno, mientras respiremos…

Era una conversación entre dos personas aparentemente sanas, sin problemas económicos a juzgar por el lugar donde se desarrollaba (un gimnasio).

Es una de tantas conversaciones de cortesía que se formulan en lenguaje negativo. No estoy seguro de por qué razón se realizan estas conversaciones, por qué se resaltan palabras negativas, como intentando excusar que la vida va bien, que apenas se tienen problemas importantes.

A veces parece que lo hagamos por solidaridad con los tiempos que corren,  para evitar llamar la atención sobre nosotros. No sé si es para demostrar que la crisis nos afecta.

Cuando se inicia una conversación así,  parece que todo se vuelve negativo desde el comienzo. Es una conversación basada en la queja, como si quejarse de todo y por todo fuera lo normal, lo esperable.

La queja es improductiva.

En muchos casos producimos quejas genéricas, sin un objetivo claro, solamente nos quejamos de la mala suerte, del entorno, de la vida misma. Otras veces la queja va dirigida hacia algo inalcanzable por la queja en sí, son quejas sobre la situación política, la crisis, los políticos, el trabajo. En estos casos parece que la queja tiene como única finalidad liberar tensiones.

Algunas veces la queja tiene un origen concreto, que puede ser una enfermedad, un dolor, una pérdida, la forma de comportarse de otra persona. Tampoco se obtendrá gran cosa con estas quejas. Siguen siendo improductivas; como mucho se conseguirá una discusión.

Cuando nos instalamos en la protesta continua, en la palabra negativa, aun cuando se trate de una simple pose ante la vida para que los demás vean qué afectados estamos, lo que estamos llamando es a la negatividad, estamos creando un micromundo negativo alrededor, puesto que los demás nos devolverán lo mismo, respuestas negativas, como en la conversación del principio de la entrada.

Goleman cuenta en su libro Inteligencia Emocional que en una ocasión subió a un autobús cuyo conductor saludaba amablemente a los pasajeros cuando subían, y después mantenía una continua actitud positiva, sustentada en una charla optimista sobre lo maravilloso del entorno. Este conductor conseguía que los pasajeros cambiaran de actitud.

Una actitud positiva cambia la actitud de los demás, un corto que expresa muy bien esta idea es este: 





Las palabras que continuamente decimos modelan y moldean nuestro mundo.

Así que puedes decidir entre quejarte, y generar un mundo negativo alrededor, o cambiar tu modelo de lenguaje con palabras positivas, buscando elementos positivos allí donde estén, encontrando formas de mejorar o de cambiar lo que no te guste de tu entorno.

La queja continua no conduce por si misma a ningún sitio. Otra cosa distinta es la reclamación, una distinción del Coaching Ontológico.

Así se diferencia entre quejarse, es decir, lamentarse públicamente sobre algo o alguien, lanzando en ocasiones esa queja como arma arrojadiza contra la otra persona haciéndola ver lo mal que lo está haciendo, y reclamar, que consiste en hacer saber al otro lo que molesta, la concreta actuación que molesta, lo que me hace sentir esa actuación (no la persona, sino sus actos), cómo me gustaría que pasase, y además hacer saber que estoy dispuesto a negociar para solucionar el problema.

Las quejas arrojadizas son muy comunes en las relaciones personales cercanas, tanto en la pareja, como con los hijos o en el trabajo. Nos quejamos de lo que nos molesta, y hacemos saber al otro que nos molesta mucho, y relacionamos esa molestia con la persona misma, y no con sus actos.

El marido que solo ve futbol, el hijo que no estudia, el compañero que no hace el trabajo que esperábamos de él… Se lanza la queja a la cabeza del otro, y por supuesto que se obtiene una respuesta agresiva, o defensiva. No aceptará fácilmente el otro que algo hace que no agrada, se defenderá del ataque, y pasará él mismo al ataque expresando todo lo que molesta de quién se quejó.

Con la queja solo queremos eso, quejarnos, hacer saber al otro lo mal que nos hace sentir. Con la reclamación buscamos cambiar las cosas, para mejorarlas.

Una respuesta es la comunicación asertiva, de la que ya he hablado en alguna ocasión. Separar la persona de sus actos; porque son los actos los que molestan y no la persona, de modo que se puede proponer que se modifique la actuación.

En resumen, la forma de comunicarnos con los demás, exactamente igual que la forma en que nos hablamos a nosotros mismos, modela el mundo que nos rodea a cada uno.

Cambiarlo es posible.