miércoles, 18 de diciembre de 2013

Lenguaje positivo


La Forma en la que hablamos influye en la forma en que nos comportamos, en nuestras emociones e incluso en la manera de ver la vida.

Si nos etiquetamos con:      
    
     “no puedo”,
     “no se”,
     “nunca podré”
     “no soy capaz”,
     “yo soy así, que le voy a hacer”...

Nos estamos poniendo barreras
 
Si les decimos a los demás: 
 
     no, malo, imposible, estoy fatal, todo va mal, voy tirando... 

Estamos ofreciendo tanto a los otros como a nosotros mismos una imagen negativa de nosotros que repercute en nuestra forma de ver la vida, de afrontarla.

Mejor decir:

     me siento bien, no es fácil pero voy a poner todo mi empeño en conseguirlo, quiero conseguirlo... Y lo conseguiré.

Os propongo un ejercicio: hacer una lista con las palabras negativas que vayamos diciendo durante el día, después las cambiaremos en esa lista por palabras positivas, por autoinstrucciones positivas y de logro.

 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Motivación, constancia y hábitos


Tener un golpe de suerte, o un arranque de genialidad, está muy bien. Algunas personas consiguen de repente sus objetivos, especialmente los económicos, de esta manera. En la televisión nos bombardean continuamente para que juguemos a loterías y sorteos (muy difícil lo tienen los ludópatas en España); pero esperar que sea la suerte la que nos acerque a nuestras metas tal vez no sea la mejor de las decisiones. 
 
 
Para la mayoría conseguir algo depende fundamentalmente de nuestro esfuerzo. Primero es necesario quererlo. Por ejemplo centrándose en aquellas actividades que más nos gusten, en aquellos objetivos que más nos motiven, en lo que mejor nos sintamos trabajando o estudiando.
 
 
Para poder hace falta algo más. Obtener un objetivo puntual exige muchas veces un largo camino. La autodisciplina es una herramienta (podéis ver algo más aquí y aquí).
 
De todas las actividades que hacemos al cabo del día, es importante dar prioridad a las que tengan relación directa con nuestros objetivos, con la meta deseada.
 
Esas actividades importantes se pueden temporizar, distribuyéndolas en el día y en el calendario, con fecha de inicio y fecha de fin.
 
Algunas actividades son reiterativas, continuas en el tiempo. Por ejemplo entrenar o estudiar. La constancia es necesaria.
 
Para mejorar las posibilidades de éxito, podemos convertir esas actividades reiteradas y continuas en hábitos. Igual que dormimos casi siempre las mismas horas, o comemos a la misma hora o nos lavamos los dientes después de comer, podemos convertir el estudio o el entrenamiento en un hábito, repitiendo la acción siempre a la misma hora. Eso no significa que no vaya a costar esfuerzo, pero el inicio de cada sesión será más fácil.
 
Recuerda que ese poder está en tu mente, el poder de no dejarse vencer, de mantenerse en marcha.
 
Personas constantes y tenaces en su trabajo pueden superar a otras con mayor capacidad innata, pero que no se mantengan constantes en la persecución de sus sueños.
 
Por ejemplo.
 
Supongamos que eres un adolescente. Con diecisiete años estás esperando ese viaje de fin de curso en el que con todos tus compañeros iréis a la ciudad que tanto quieres visitar…además va esa persona a la que te quieres acercar más… o más veces.
 
Esa es tu meta, tu objetivo.
 
Pregúntate qué necesitas para alcanzar tu meta. Tal vez sea que tus padres o tutores te dejen ir.
 
Y para que te dejen ir, ¿qué necesitas? ¿Aprobar?
 
Y para aprobar… ¿Estudiar?
 
Ese es tu camino, tus acciones instrumentales para obtener tu meta. El viaje y lo que le rodea es tu motivación intrínseca, interna. Se convierte en motivación externa para cumplir las acciones instrumentales (y seguramente objetivo de tus padres).
 
De paso también puedes buscar mayor motivación en esas acciones instrumentales, por ejemplo aprender más de aquellas que vayan a servir como base de futuros estudios o de la carrera profesional que pretendas realizar.
 
Recordar continuamente qué te guía en las acciones que has decidido realizar es un buen modo de reforzar tu constancia. Y una buena herramienta para eso es colocar delante de ti, en un lugar en el que continuamente la veas, una foto de la ciudad, o un mensaje sobre el viaje, o lo que tú decidas.
 
Repetir las acciones siempre a la misma hora, tener presente el objetivo, convertir las obligaciones en instrumentos para tu meta. Son herramientas.
 
Esta es la idea.
 
Ahora ponte en marcha, si quieres.
 
¿Te ayudo?

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Distorsiones y errores


Ante el mismo hecho, dos personas  extraen diferentes conclusiones. ¿qué diferencia a una persona de otra? Su mapa mental, su historia personal, su forma de pensar.

El cristal a través del que miramos la realidad hace que cada uno vea las cosas de un color.

El pensamiento, o mejor, la forma de pensar de cada uno, influye en la forma de actuar y en la forma en que nos sentimos ante un determinado hecho. El estilo de pensamiento es propio de cada uno, y a veces incluye errores, distorsiones, que hacen que frente a un estímulo exterior, actuemos de una forma u otra, o simplemente no actuemos.

Algunos de estos errores (lo son si provocan una forma de actuar o sentir que no es conforme con la realidad, pero que damos por válida) o distorsiones ya han sido tratados en el blog: etiquetas, generalización, culpa…

Otra distorsión se produce por seguir unrazonamiento emocional, es decir, por dar como cierto un pensamiento basado en una emoción: “me siento incapaz, luego soy incapaz”; “me siento culpable, luego soy culpable”.

También existe el pensamiento todo o nada, relacionado con el perfeccionismo: “si no lo hago perfecto no valdrá para nada.”

A veces filtramos la realidad, valorando solamente lo negativo, aquello que salió mal, y no fijamos la mirada en lo que funcionó, en lo que hicimos bien, en el elogio que recibimos.

Y muchas veces distorsionamos las metas a través de los “tengo que”: “tengo que adelgazar”, “tengo que trabajar más”, “tengo que estudiar más”.

Podemos preguntar ante esas obligaciones: “¿Quiero?”  y “¿Quién dice que tengo que hacer eso?”.

Como herramienta para enfrentar estas distorsiones, podemos emplear preguntas (propias o formuladas por otra persona dentro de un proceso de Coaching) que nos permitan refutar esas distorsiones, contradecir las creencias limitantes que las sustentan.

La Terapia Racional Emotiva (Alberto Ellis), y otras técnicas dentro de la Terapia Cognitivo Conductual, emplean este sistema de preguntar, para mostrar la falta de racionalidad en la creencia y en la distorsión de pensamiento.

Incluso se ha planteado que estas terapias llegan a cambiar, a modificar el funcionamiento del cerebro (www.bbc.co.uk/science/0/23590545).

Si funcionamos basando nuestras acciones en creencias, distorsiones o pensamientos erróneos, puede que no dirijamos toda nuestra capacidad hacia el fin que deseamos, y que mucha energía se pierda suponiendo que algo va a salir mal, o que no seremos capaces de hacer algo.

Si cuestionamos aquello que nos limita, tal vez descubramos que esa limitación solamente estaba dentro de nosotros, y no en la realidad.

A veces la respuesta no llega porque no encontramos la pregunta, o no queremos ver la pregunta. A veces hace falta alguien que, desde fuera, ponga en duda tus creencias.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Intentar, conseguir, equivocarse


En muchos procesos de Coaching, las personas a las que acompaño suelen emplear el verbo “intentar” para exponer un deseo de acción, una meta que se han marcado.

“Lo intentaré”.

Lo que les digo es que no lo intenten, que lo hagan. Porque intentar es, según el diccionario de la Real Academia, tener ánimo de hacer algo, preparar  o iniciar la ejecución de algo, procurar o pretender.

Los planes de futuro, las metas, los objetivos soñados y después convertidos en visión no se pueden quedar en una pretensión, hay que hacerlo, hay que emprender el camino, aunque no se llegue al final o nos equivoquemos en alguna de las acciones.

El “por lo menos lo habré intentado” es una declaración que puede englobar una convicción interna de fracaso, parece que en realidad se está diciendo: “ya sé que no lo voy a conseguir, pero voy a hacer algo para que no me critiques o para acallar mi conciencia”.

Las acciones tienen que venir precedidas por la convicción, por el deseo de conseguir una meta, por la motivación que da tener una visión (que es un sueño en el que nos comprometemos internamente).

Soñar es así un paso importante.

Soñar qué quieres hacer, sea cual sea tu pasado, porque, como se dice en el video que aparece a continuación, el pasado no determina tu futuro:
 

 

Es una videopresentación de un interesante libro titulado “Dónde tus sueños te lleven” de Javier Iriondo.

Y lo que el vídeo viene a resumir es que tan importante como tener una visión o un sueño es tomar una decisión.

Decisión se define como firmeza de carácter, determinación.

Continuamente estamos tomando decisiones, algunas veces en forma de inacción, de mantenernos donde estamos porque alguien nos ha dicho que nuestro sueño es imposible.

¿Imposible? Entonces tomemos la decisión de hacerlo posible, si es lo que queremos, investigando cómo hacerlo realidad.

Y una vez tomada la decisión viene el compromiso, con uno mismo y con nadie más, poniendo fecha de caducidad al sueño, para forzar su ejecución.

La decisión lleva a la acción.

Y la decisión vendrá acompañada de un objetivo, de un sueño o visión, que podemos ir acotando en pequeñas partes.

En Coaching se buscan objetivos, metas, SMART (eSpecíficas, Medibles, Alcanzables, Retadoras y esTimulantes – en una traducción de las siglas del inglés).

Específicas, porque deben ser concretas, determinadas, verbalizadas (es decir que hay que decirlas y, aún mejor, escribirlas).

Medibles, para saber cuanto hemos avanzado y cuándo las hemos obtenido.

Alcanzables para poder ver satisfechas las expectativas (si la visón o el sueño implica un objetivo muy grande, descomponerlo en pasos puede ser un camino) porque si quieres llegar a la luna de un salto y no lo consigues, tal vez sientas desilusión.

Retadoras, porque las metas fáciles no proporcionan la satisfacción que da conseguir las metas difíciles, las que nos obligan a poner todo nuestro empuje en su obtención.

Y estimulantes, porque es necesario que nos proporcionen esa satisfacción, que nos motiven internamente.

Tenemos un sueño, la decisión de alcanzarlo, una meta o varías encadenadas para ir alcanzando la visión.

Ahora hay que contarlo, porque la publicidad, la verbalización pública de nuestra meta conlleva compromiso, y “obliga” a seguir en el empeño de conseguirla.

“Yo ……. ESTOY trabajando, estudiando, aprendiendo, para alcanzar mi sueño que es…..”

La declaración pública lleva a sentir que nos hemos obligado, que nos hemos comprometido, eso sí, no hace falta contratar un anuncio a doble cara en un periódico, basta con contárselo a las personas implicadas, a quiénes nos rodean y nos importan.

Sucede que a veces las cosas no salen como pensamos, y que algunas de las decisiones tomadas no te llevan hacia donde pensabas.

Sucede que a veces nos equivocamos, porque somos humanos.

Será el momento de detenerse y meditar, pensar qué tenemos que mejorar, o cambiar de forma absoluta. Porque si sigues haciendo lo mismo obtendrás el mismo resultado, si haces lo de siempre, pasará lo de siempre.

Tal vez sea necesario rediseñarlo todo, o solamente una parte.

Pero no lo estás intentando, lo estás haciendo.

 

 

 

 

 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Volviendo desde el futuro ideal

Hoy te voy a proponer un ejercicio.

Es sencillo de realizar y te proporciona mucha información sobre ti mismo.

Comienza por una relajación. En este blog encontrarás una guía de cómo hacer una relajación. Pero voy a transcribirla después, junto con las instrucciones de este ejercicio.

Durante la relajación, entrarás en un lugar ideal de descanso y seguridad, un lugar que sólo tú conoces. Entonces encontrarás una máquina del tiempo que te transportará hacia el futuro, tres, cinco o diez años, como prefieras.

Una vez en el futuro te verás en esa situación ideal que deseas alcanzar, profesional y personalmente. Todo es exactamente como tú querías que fuera.

Podrás preguntar a tu yo futuro cómo ha llegado hasta allí, que es lo último que ha hecho, y desde el futuro volverás sobre tus pasos para comprobar qué has ido haciendo, hasta llegar hasta el momento presente.

Entonces saldrás de tu lugar de descanso, de tu estado de relajación, y podrás apuntar todo lo que vas a hacer, pero sobre todo, el primer paso.

Vamos a comenzar.

Toma asiento. Mantén los pies apoyados paralelos, la espalda recta y si lo deseas deja caer levemente la cabeza hacia delante o bien apóyala en el respaldo del asiento si es lo suficientemente alto, no es necesario modificar su vestimenta, se puede alcanzar un buen nivel de relajación con ropa normal.

Las siguientes instrucciones las puedes grabar o puedes colaborar con alguien para que te sirva de guía.

“Cierra los ojos suavemente. No trates de pensar en nada, pero tampoco luches contra los pensamientos que te vengan a la cabeza.

Inspira y expira suavemente. Entre inspiración y expiración deja pasar unos segundos con el aire dentro. No llenes los pulmones completamente, solo haz inspiraciones normales.

Después de tres o cuatro inspiraciones intenta visualizar el número diez durante una inspiración, si no lo consigues simplemente dilo para ti.

En la siguiente inspiración haz lo mismo con el número nueve, expira suavemente, muy despacio. Ahora inspira con el número ocho, expira suavemente. Ahora inspira con el número siete, expira suavemente. Ahora inspira con el número seis, expira suavemente.

Ahora inspira con el número cinco, expira suavemente.

Ahora inspira con el número cuatro, expira suavemente.

Ahora inspira con el número tres, expira suavemente.

Ahora inspira con el número dos, expira suavemente.

Ahora inspira con el número uno, expira suavemente.

Llegado ese momento trata de imaginar tu cabeza, el pelo, la frente, las mejillas, las mandíbulas, deja caer la mandíbula inferior ligeramente. Deja que los párpados estén cerrados suavemente, sin apretarlos.

Una sensación de ligero calor recorre tu cabeza y llega hasta el cuello; el cuello se relaja y la cabeza cae si no lo había hecho ya.

El calor llega hasta los hombros que también se relajan y caen.

Piensa ahora en tu brazo izquierdo, siente ese calor relajante que se extiende desde el hombro hasta el codo, y de allí hasta el dedo corazón. Toda la mano está caliente ahora, y relajada.

Piensa ahora en tu brazo derecho, sienta ese calor relajante que se extiende desde el hombro hasta el codo, y de allí hasta el dedo corazón. Toda la mano está caliente ahora, y relajada.

La parte superior de la espalda toma temperatura suavemente, dejando caer la parte superior del tronco. El pecho también se relaja, la musculatura del pecho y de la espalda se han relajado.

Dentro de ti los pulmones se llenan de aire caliente rítmica y suavemente.

Siente elevarse la temperatura del abdomen, llega hasta la parte baja de la espalda. Toda la parte inferior del tronco se relaja.

Es el turno de las piernas. La pierna derecha se relaja desde el glúteo hasta la corva. Todo el muslo se relaja gracias a la temperatura que siente. La pantorrilla también se relaja con el calor. El pie derecho aumenta de temperatura y se relaja.

Ahora es el turno de la pierna izquierda que se relaja desde el glúteo hasta la corva. Todo el muslo se relaja gracias a la temperatura que siente. La pantorrilla también se relaja con el calor. El pie izquierdo aumenta de temperatura y se relaja.

Todo el cuerpo está pesado, relajado. La respiración es suave y caliente.

Imagínate delante de una escalera que baja, observa los peldaños, la barandilla, tiene quince escalones. Baja los escalones de uno en uno, contando hacia atrás lentamente según desciendes:

Quince, catorce, trece, doce, once, diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno

Estas delante de una puerta que está cerrada. Obsérvala atentamente, mira su forma, su color.

Ábrela.

Al otro lado está ese lugar especial en el que te gusta estar, ese lugar en el que sientes la más absoluta seguridad.

Comienza un paseo, camina despacio reconociendo los olores, los sonidos…

Hay un sillón, te sientas y ves unos botones en los brazos del sillón. Indican tres, cinco, diez años.

¿A qué distancia del futuro quieres ir?

Pulsa el botón.

Ahora estás viendo a tu yo futuro. Has conseguido tu sueño. Habla con tu yo futuro y pregúntale ¿cómo has llegado hasta aquí? ¿Qué es lo último que has hecho? ¿Qué nuevas habilidades tienes? ¿Qué has aprendido nuevo? ¿Cuánto te ha costado llegar hasta aquí y a qué has tenido que renunciar?

La máquina del tiempo comienza a retroceder desde el futuro hacia el presente. Puedes pararla cuando quieras para preguntar a cada yo futuro, en cada momento… tómate tu tiempo.

Cuando tú lo decidas estarás de nuevo en tu lugar ideal de seguridad. Será el momento de salir.

Ve hacia la puerta, sigue abierta, traspásala y comienza a subir la escalera. Con cada escalón estarás más cerca de despertar. Sube despacio, uno, dos, tres.

Piensa: cuando llegue arriba estaré despierto y descansado; seré capaz de afrontar el día sin alterarme, seré capaz de afrontar cualquier situación y recordaré todo lo que voy a hacer para alcanzar mi sueño, escribiré el primer paso que ya estoy dando.

Continúa subiendo, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez,

Piensa: cuando llegue arriba estaré despierto y descansado; seré capaz de afrontar el día sin alterarme, seré capaz de afrontar cualquier situación y recordaré todo lo que voy a hacer para alcanzar mi sueño, escribiré el primer paso que ya estoy dando.

Continúa subiendo, once, doce, trece, catorce, quince”     

Si has decidido hacer este ejercicio con guía, antes de comenzar convén un gesto para indicarle cuando has decidido salir de tu lugar ideal de seguridad.

El ejercicio proporciona mucha información sobre qué quieres, dónde quieres estar, cuáles son tus confianzas, cuáles son tus carencias conocidas, y cuáles son tus miedos.

Está escrito sin información de género, de manera que puedes utilizarlo cualquiera que sea el tuyo. Y por supuesto que puedes adaptarlo a tus necesidades.

Si tienes cualquier duda, no dudes en emplear los comentarios de esta entrada, o en mandarme un correo a gabinete.sumar@gmail.com.

Y si te gustó, compártelo.

 

 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Creencias


Las creencias son expresiones de conformidad con algo. Y ese algo no tiene por qué ser definido o real.
Las personas,  respecto de sí mismas, tienen creencias,  juicios preestablecidos que en muchos casos son infundados.

Esas creencias se suelen establecer en la infancia o en la adolescencia, por repetición de frases o ideas bien por uno mismo,  bien por otras personas con autoridad.

Esas creencias se instauran en el interior de la persona, y cuando son negativas se convierten en invalidantes.

Son más complejas que las etiquetas porque suponen un conjunto mayor de presunciones y de este modo influyen en más aspectos de la persona.

Las creencias de consolidan a través de varios sistemas. Los más comunes son Generalización, Omisión y Distorsión.

Generalizamos cuando de una situación, de un hecho,  consideramos al conjunto igual. Pueden comenzar con palabras como: “siempre,  nunca,  todo,  la gente dice,  se dice...”

La omisión se produce cuando del conjunto seleccionamos una parte de la información y que creemos que es la más importante: “es lo mejor,  eso es lo bueno,  lo malo” 

Por último la distorsión ser produce al interpretar el mundo desde el mapa personal,  dando por sentado que es así para todo el mundo. Lo que yo pienso lo piensan todos, lo que vale o no vale para mi es válido para todas las personas. Nos fijamos más en aquello que creemos importante o relevante para nuestras vidas.

Las creencias son formas rápidas de interpretar el mundo,  y muchas veces permiten reducirlo pata ser capaces de funcionar mejor.

En la selva (también en la urbana) suponen una ayuda y en ocasiones la diferencia entre sobrevivir o no.

Otras veces se convierten en algo que damos por cierto,  limitando la capacidad de aprendizaje, de probar cosas nuevas y en muchas ocasiones suponen perder oportunidades.

Para cambiar una creencia lo primero es detectarla,  al darse cuenta de la existencia de prejuicios (Muchas veces hace falta ayuda externa), podemos iniciar el camino preguntando, cuestionando la creencia.
Por ejemplo ante la frase: “las personas de mi edad no pueden…”queda cuestionada si preguntamos ¿quién dice que no pueden?, ¿cómo sabes que no pueden? ¿Tú no puedes? …

Algunas creencias han arraigado en nuestra cultura de forma que las damos por ciertas, condicionando nuestro comportamiento.

Por ejemplo los perfeccionismos, así el perfeccionismo de desempeño, creencia que lleva a considerar cualquier error como un fracaso absoluto, y el fracaso mismo como algo temible.

También el perfeccionismo emocional, esa idea se estar obligados a ser felices en todo momento y lugar, obligados a controlar nuestras emociones, a evitar por todos los medios sentirme frustrado.

En la relación con los demás, el perfeccionismo de percepción: “no son aceptables las personas con defectos o debilidades, no me va a aceptar se descubren mis defectos o debilidades.”

También se asienta en una creencia errónea la fobia a los conflictos, es la creencia de que debo caer bien a todo el mundo, y me debo llevar bien con todos.

Las creencias son aprendidas, transmitidas muchas veces por la cultura. Y como tantos otros aprendizajes, pueden ser desaprendidas, primero detectando cuando una creencia supone para mí una dificultad en mi crecimiento.

Segundo cuestionando su validez, la verdad de la creencia.

Tercero formulando una nueva creencia que podamos asumir mediante la repetición.

Y ahora piensa ¿cuál ha sido la última vez que has dejado de hacer algo que te gustaba porque las personas como tú no hacen eso?

miércoles, 30 de octubre de 2013

Preadolescentes Infantiles


 
Cada persona recuerda su infancia de modo distinto. Recordamos aquellos tiempos como alegres o tristes, felices, despreocupados, rodeados de juego y de deberes del colegio. De exámenes, aprobados, suspensos, castigos y premios.
 
 

Casi todos coincidimos en que “ahora no es como antes”.

“Los dibujos animados de ahora son mucho peores, y no enseñan valores”, como si los dibujos del coyote persiguiendo al correcaminos fueran un ejemplo a seguir. Simplemente eran otra cosa.

Igual que la televisión en general, los libros, o los videojuegos actuales.

La tecnología cambia al mundo y con el mundo continuamente, y al igual que las personas de 40 o 50 años aprendimos a utilizar ordenadores muy pronto, y los móviles más tarde, los niños de ahora tienen que aprender a desenvolverse con tecnologías que constituirán parte de su vida, cambiando cada vez más rápido.

Los niños manejan las pantallas táctiles de forma intuitiva, manejan los ordenadores con soltura, y son capaces de descubrir por si mismos las instrucciones de los videojuegos en cada una de las consolas que utilizan.

En este entorno, los niños desarrollan capacidades que serán necesarias para su futuro. Pero ese entorno de juego también supone posibles cambios en su comportamiento que deben ser controlados.

Para empezar el tipo de videojuegos a los que juegan, igual que el tipo de ficción que emiten las series infantiles, mediatizan su creatividad (igual que antes lo hacían los libros que leíamos o las series que veíamos). Muchas veces veo a niños pequeños corriendo por la calle con los dos brazos hacia atrás, igual que corren los protagonistas de algunas series de televisión japonesas.

Los juguetes también son propios de esta era, aunque afortunadamente algunos perduran actualizados, como las peonzas, otra vez de moda, y pronto volverán, otra vez, los yo-yos, o los juegos de construcción.

Igual que pasó a las anteriores generaciones, el entorno cultural mediatiza ahora la creatividad de los niños y sus juegos. Sus intereses irán cambiando conforme crezcan. Algunos mantendrán su interés por los videojuegos, igual que en mi generación lo hicieron por los cómics. Algunos se interesarán por los deportes, por salir de fiesta, por estudiar…

Un artículo muy interesante sobre este tema podéis encontrarlo aquí:


 
Algunos se convertirán en adolescentes-infantiles, niños de los que sus maestros dirán a los padres que “no han madurado”, que son exactamente eso, muy infantiles.

En realidad cada persona alcanza distintos niveles de madurez durante su vida, y a ritmos distintos. No pocos adultos siguen siendo inmaduros, o infantiles en sus reacciones.

El foco de mi atención hoy (y en mi trabajo como psicólogo muchas veces), está en aquellos preadolescentes que, de repente, bajan de calificaciones, se mantienen en pensamientos infantiles, en ensoñaciones… He observado que muchos de estos niños, que suelen ser muy inteligentes, emplean un buen número de horas en jugar con videojuegos, en ver la televisión, en leer libros de fantasía; y pocas horas en jugar con otros niños, o en realizar actividades físicas.

La deriva mental de estos niños comienza en una idealización de lo que se puede conseguir, de lo alcanzable en la vida, unida a un empleo excesivo de tiempo en soñar (no en mantener una visión), fantaseando en soluciones mágicas o mundos felices, en los que el esfuerzo no es necesario.

La clave no son los videojuegos, sino el mundo creado por ellos.

Son niños a los que después de suspender se les castiga en su habitación sin “maquinitas”, a estudiar; y que pasan muchas horas allí sentados, delante de los libros, para volver a suspender para desconcierto y enfado de sus padres.

Si se los observa se puede ver cómo su atención vuela de la clase, del profesor particular, del libro, o de lo que sea que no le interese, hacia su mundo. Un mundo en el que la solución a sus problemas llegará repentinamente, o a un mundo diferente al que tienen delante.

La fantasía ocupa su tiempo, y el mundo real no. Su creatividad, su imaginación, es empleada en actividades no tangibles.

Y lo que los padres quieren es que el niño apruebe, porque la organización de este mundo que les toca vivir exige que todo el mundo tenga su título.

¿Cómo solucionarlo?

En primer lugar es necesario entender que este proceso no atañe solamente a los niños, sino también a los padres, que tendrán que modificar su forma de relación con los niños.

En segundo lugar es muy importante buscar CON el niño qué es lo que le gusta hacer, dónde le gustaría estar, en que actividad le gustaría destacar. En definitiva una motivación interior.

Ese interés propio, que realmente le puede arrastrar a la acción, es el elemento con el que podremos enlazar sus “obligaciones” académicas para modelar su actividad. El proceso tiene que ser interiorizado por el niño, no tanto como un castigo/recompensa si aprueba, sino que debe transformar el estudio en una herramienta o un medio para conseguir sus verdaderos fines.

Encontrar algo que le motive es esencial, porque servirá para sacarle de su inacción, para mostrarle que puede conseguir sus metas si se mueve hacia ellas, y que los obstáculos que tenga en el camino (por ejemplo aprobar las asignaturas) son tan solo retos que harán más reconfortante la obtención de la meta.

También es importante saber que el objetivo puede cambiar, desde un viaje hacia la nueva consola PS5, o aprender a montar a caballo. Lo importante es aprender con el niño, acompañarle, y orientarle su sueño hacia algo alcanzable, enseñándole que puede alcanzarlo por sí mismo, sin esperar a la solución mágica.

¿Empezamos?