Tener
un golpe de suerte, o un arranque de genialidad, está muy bien. Algunas
personas consiguen de repente sus objetivos, especialmente los económicos, de
esta manera. En la televisión nos bombardean continuamente para que juguemos a
loterías y sorteos (muy difícil lo tienen los ludópatas en España); pero
esperar que sea la suerte la que nos acerque a nuestras metas tal vez no sea la
mejor de las decisiones.
Para
la mayoría conseguir algo depende fundamentalmente de nuestro esfuerzo. Primero
es necesario quererlo. Por ejemplo centrándose en aquellas actividades
que más nos gusten, en aquellos objetivos que más nos motiven, en lo que mejor
nos sintamos trabajando o estudiando.
Para
poder hace falta algo más. Obtener un objetivo puntual exige muchas
veces un largo camino. La autodisciplina es una herramienta (podéis ver algo
más aquí y aquí).
De
todas las actividades que hacemos al cabo del día, es importante dar prioridad
a las que tengan relación directa con nuestros objetivos, con la meta deseada.
Esas
actividades importantes se pueden temporizar, distribuyéndolas en el día y en
el calendario, con fecha de inicio y fecha de fin.
Algunas
actividades son reiterativas, continuas en el tiempo. Por ejemplo entrenar o
estudiar. La constancia es necesaria.
Para
mejorar las posibilidades de éxito, podemos convertir esas actividades
reiteradas y continuas en hábitos. Igual que dormimos casi siempre las mismas
horas, o comemos a la misma hora o nos lavamos los dientes después de comer,
podemos convertir el estudio o el entrenamiento en un hábito, repitiendo la
acción siempre a la misma hora. Eso no significa que no vaya a costar esfuerzo,
pero el inicio de cada sesión será más fácil.
Recuerda
que ese poder está en tu mente, el poder de no dejarse vencer, de mantenerse en
marcha.
Personas
constantes y tenaces en su trabajo pueden superar a otras con mayor capacidad
innata, pero que no se mantengan constantes en la persecución de sus sueños.
Por
ejemplo.
Supongamos
que eres un adolescente. Con diecisiete años estás esperando ese viaje de fin
de curso en el que con todos tus compañeros iréis a la ciudad que tanto quieres
visitar…además va esa persona a la que te quieres acercar más… o más veces.
Esa
es tu meta, tu objetivo.
Pregúntate
qué necesitas para alcanzar tu meta. Tal vez sea que tus padres o tutores te
dejen ir.
Y
para que te dejen ir, ¿qué necesitas? ¿Aprobar?
Y
para aprobar… ¿Estudiar?
Ese
es tu camino, tus acciones instrumentales para obtener tu meta. El viaje y lo
que le rodea es tu motivación intrínseca, interna. Se convierte en motivación externa
para cumplir las acciones instrumentales (y seguramente objetivo de tus
padres).
De
paso también puedes buscar mayor motivación en esas acciones instrumentales,
por ejemplo aprender más de aquellas que vayan a servir como base de futuros
estudios o de la carrera profesional que pretendas realizar.
Recordar
continuamente qué te guía en las acciones que has decidido realizar es
un buen modo de reforzar tu constancia. Y una buena herramienta para eso es
colocar delante de ti, en un lugar en el que continuamente la veas, una foto de
la ciudad, o un mensaje sobre el viaje, o lo que tú decidas.
Repetir
las acciones siempre a la misma hora, tener presente el objetivo, convertir las
obligaciones en instrumentos para tu meta. Son herramientas.
Esta
es la idea.
Ahora
ponte en marcha, si quieres.
¿Te
ayudo?
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