En las próximas entradas, y en esta, vamos a tratar el lenguaje, la forma en que el lenguaje influye en nuestro pensamiento, en nuestras emociones y en nuestro comportamiento.
La influencia de las palabras en nuestro comportamiento es mayor de lo que pensamos. Especialmente aquellas palabras que nos decimos a nosotros mismos en forma de mensajes incontestables, de etiquetas:
“yo no puedo hacer…” “nunca será capaz de…” “es que yo soy lento, rápido, inconstante…”
Son etiquetas con las que nos marcamos a nosotros mismos, y que por ello nos impiden avanzar. De muchas de ellas no somos los responsables iniciales, porque otras personas nos las impusieron en el pasado; pero sí somos responsables de mantenerlas ahora.
Las etiquetas pueden ser retiradas mediante una técnica similar a la de la retirada de anclas negativas que veremos mas tarde.
Hay más formas en las que el lenguaje influye en nosotros, y aún más importante, formas en las que podemos mejorar a través de una modificación del lenguaje:
Un profesor mío decía que la palabra “pero” es el borrador universal. No importa qué se haya dicho antes de lanzarla, lo cierto es que una vez que se pronuncia lo anterior queda anulado: “has hecho un trabajo increíble, el mejor que he visto nunca…pero…” y lo que venga detrás anulará el mensaje positivo que se ha dicho antes.
Es especialmente importante en las relaciones con los subordinados conseguir que perciban el mensaje positivo por encima del cambio o de la corrección que se les propone.
Por ejemplo: “has hecho un trabajo muy bueno, me ha gustado, y además, si corriges… será perfecto”
Eliminando el lenguaje negativo
Nombrar aquello que se quiere ser, eliminar del lenguaje las partes negativas: los niños son muy obedientes y hacen aquello que se les dice y se sienten como aquello que se les repite que son: “¡¡¡TE VAS A CAER!!!”, es muy probable que el niño se caiga. Sin embargo a mi hijo (va a cumplir siete años dentro de poco)siempre le digo: ¡¡¡AGÁRRATE FUERTE!!!. Porque tiene la costumbre de trepar por todos lados (TODOS), y lo segundo que le digo es que si quiere subir a algún sitio, que me avise antes para asegurarle. Así genero en él autoconfianza.
En una ocasión, estando en casa y siendo bastante más pequeño, le oí decir ¡¡¡socoro!!! (era muy pequeño, no tendría aun cuatro años). Cuando seguí la voz lo encontré subido en una estantería de la alacena, a metro y medio del suelo. Cuando le cogí le dije: “¿pero como te has subido ahí?, podrías haberte caído”. Entonces él me contestó: “no, yo sabía que no podía caerme, porque me he agarrado fuerte como tú me dices siempre, es solo que no podía bajar.”
Modificando la forma en que nos dirigimos a los demás cambiamos la percepción que tienen de nosotros, podemos así transmitir un mensaje de optimismo y de confianza.
Aún más importante es modificar la forma en que nos dirigimos a nosotros mismos, retirar las etiquetas negativas que nos hemos puesto o que otros nos han hecho creer que debíamos ponernos.
Para modificar nuestro lenguaje, vamos a hacer una lista de las palabras negativas que empleamos, y vamos a sustituirlas por otras, por ejemplo: “malo, equivocado, no puedo, tengo que…” (efectivamente así también cambiaremos las etiquetas); sustituiremos por "bueno, éxito, estoy en el camino..., elijo cambiar..., elijo hacer..."
Las palabras influyen de forma decisiva en nuestro comportamiento, constantemente hablamos con nosotros mismos, y es importante que los mensajes que nos enviamos sean positivos.
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