El síndrome (esto es, un conjunto de
síntomas que unidos tienen un significado clínico) de Burnout también llamado síndrome
de desgaste profesional es una "sensación de fracaso y una existencia
agotada o gastada que resultaba de una sobrecarga por exigencias de energías,
recursos personales o fuerza espiritual del trabajador" (según la
definición de Freudenberger, 1974).
Se conoce como “estar quemado”, y va
más allá de la frase que muchas veces se pronuncia respecto del trabajo o de
otras situaciones vitales. Se trata de una situación personal y emocional de
absoluto agotamiento mental
Otra definición de burnout fue dada
por Maslach y Jackson (1981) como "un síndrome tridimensional
caracterizado por agotamiento emocional, despersonalización y reducida
realización personal".
Para concretar más de estas tres
dimensiones las definimos siguiendo a Sarros y a Garcés de los Fayos, 2003:
1ª Agotamiento emocional (sensación
de estar exhausto): sensaciones de sobreesfuerzo físico y hastío emocional consecuencia
de las continuas interacciones que los trabajadores deben mantener entre ellos
y con los clientes.
2ª Despersonalización (cinismo) que
se define como el desarrollo de actitudes de respuestas cínicas hacia las
personas a quienes los trabajadores prestan servicios.
3ª Reducida realización personal
(sensación de ineficacia), que conlleva la pérdida de confianza en las propias.
capacidades y la presencia de un autoconcepto negativo como resultado de
situaciones ingratas.
Además el burnout puede ser
contagioso, ya que los trabajadores que
padecen el síndrome pueden afectar a los demás de su letargo, cinismo y
desesperación (Garcés de los Fayos, 2003).
Lo cierto es que para la mayoría de
los autores que han estudiado este síndrome su principal detonante es el
trabajo, y sigue una serie de etapas que se inician en un desequilibrio entre
lo exigido en el trabajo y las capacidades del trabajador, desequilibrio ante
el que se responde en una segunda etapa con ansiedad, fatiga y agotamiento y
que termina en un cambio de conductas, pérdida de la vocación o del interés por
el trabajo y decepción sobre los valores de los superiores.
Se siente una
absoluta impotencia respecto de cada uno de los días de trabajo, con sensación
de cansancio desde el inicio del día. El trabajo no produce ninguna buena
sensación, ninguna motivación se encuentra para realizar el esfuerzo de hacer
las tareas.
Entre los síntomas
visibles de burnout podemos encontrar fatiga o cansancio crónico, trastornos
del sueño, desórdenes gástricos y tensión muscular dentro de los síntomas
psicosomáticos; absentismo laboral injustificado, menor capacidad de trabajo,
actuaciones hostiles hacia los compañeros y tendencia al conflicto dentro de
los síntomas de conducta y laborales y, emocionalmente, irritabilidad continua,
dificultad para concentrarse y distanciamiento afectivo incluso con personas
cercanas.
Son más
susceptibles de padecer estos problemas trabajadores con especial relación con
los clientes, con atención al público especialmente cuando esa relación es
intensa y continuada, y aun entre ellos, los que inicialmente tuvieron una
mayor dedicación o compromiso con los demás.
Según la
Wikipedia, “el
síndrome de burnout es muy frecuente en personal sanitario (nutriólogos,
médicos, enfermeras/os, psicólogas/os, psiquiatras, terapeutas ocupacionales, trabajadores
sociales, terapeutas familiares y consejeros matrimoniales, así como también
personal administrativo) y docente no escapando por cierto otros profesionales
como deportistas de élite, teleoperadores (operadores de Centros de llamadas),
ingenieros…”
Hace unos cuantos años hice un
estudio sobre personal administrativo con atención al público, de una
determinada Administración. Posteriormente se publicó un artículo con las
conclusiones en la revista PW Magazine, del mes de abril de 2004.
El resultado fue duro, de las
personas encuestadas la mayoría sufrían burnout en mayor o menor grado,
encontrándose algunas de ellas en un nivel de estrés, de “estar quemado” muy
alto.
Este síndrome ha vuelto a aparecer
en mi vida de la mano del trabajo de una persona allegada, no en ella, pero sí
en algunos de sus compañeros de trabajo, de los que se percibe que cada vez
rinden menos, y contestan peor al público.
En estos tiempos ambos
comportamientos no son muy buenos, de cara a mantener el puesto de trabajo.
Hasta aquí la descripción y las
pegas.
Ahora lo importante: ¿qué se puede
hacer desde el coaching y la psicología positiva?
Lo primero es conocer, de uno mismo,
si se está “quemado” por el trabajo. No simplemente cansado o aburrido de
trabajar, sino realmente quemado por ese trabajo.
La forma es realizar un test de
burnout. Cierto es que en Internet se pueden encontrar estos test y cómo
corregirlos, pero es mejor que sea una persona distinta a ti la que te pase el
test y lo corrija, para que el resultado sea menos subjetivo.
Si quieres escribe a
gabinete.sumar@gmail.com solicitando un test de burnout y te lo envío para que
lo rellenes; una vez cumplimentado me lo puedes reenviar para obtener tu
puntuación y conocer su situación real en relación al burnout.
Contra esa sensación de estar
quemado en el trabajo, en todo caso, se pueden emplear algunos recursos.
Primero quebrar el absoluto negativo
que envuelve a ese estado: ¿Siempre ha sido así? ¿Has sentido antes sensaciones
positivas en el trabajo? ¿Cuál es la diferencia? ¿Qué puedes cambiar en tu
entorno inmediato? ¿Qué puedes cambiar de ti respecto del trabajo? ¿Te has dado
cuenta de que hay más vida además del trabajo?
El tiempo libre es importante, y las
personas que te rodean no tienen responsabilidad alguna sobre tu situación
laboral. Buscar alternativas para que ese tiempo sea importante y enriquecedor
ayuda a minimizar el impacto del trabajo.
El ejercicio físico es una buena
opción, mover los músculos y también estirarlos para que esa sensación de
compresión física sea menor o incluso desaparezca. El ejercicio ayuda al
cerebro a funcionar mejor.
También puedes emplear técnicas de
relajación y meditación para mejorar tu estado mental. Permiten que nos
sintamos más tranquilos en general, y desde esa tranquilidad pueden verse las
situaciones distintas. Cambiar la perspectiva ayuda a ver nuevas posibilidades.
Mejorar tu respuesta asertiva es
otra posibilidad.
Hablar. Hablar con las personas que
te rodean, permitiendo que escuchen y formen su opinión, y escuchar lo que te
digan también es una forma de cambiar la perspectiva. Quizá lo que para ti es
un muro para otro solamente sea una pequeña valla.
Y por supuesto, acudir a un
profesional, y psicólogo si tu situación está dentro del síndrome y te
encuentras sin respuestas, o un coach si crees que es un reto que puedes
superar con tus propios conocimientos, sólo que aún no sabes hacerte las
preguntas.
Tu decides.
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